lunes, 25 de febrero de 2008

foco

Sin saber quién pagó la fianza ni quién me llevó al hospital, tengo que dejar la celda porque viene otro ser a ocuparla en una media hora. Tal vez sea Diego aunque no hace cosas tan malas para merecerla. ¿Sebastián? No, él tampoco, es difícil de atrapar; y Andrea anda desaparecida. Quizá, la celda era para "ella" y no digo su nombre porque creo que, en estos tiempos, es delito, y, ahora que estoy limpio, prefiero gastar un poco las botas a pasar más días en prisión.


Hace poco, el otro día, me ofrecieron trabajo, creo que de sicario de amores o profesor de artes oscuras a los últimos románticos pero al final solo aceptaron a mujeres, yo también lo hubiera hecho y no voy a profundizar. Ahora, sin empleo y con vocación estancada en cemento, vuelvo a tomar un lapicero y a fumar una hoja de biblia. Recuerdo, en días no daltónicos, haber escrito en cuerpos ajenos con vino y oler mi primer humo catóico en boca de una mujer, no de "ella" ("debo" aclarar) y por estas repetidas situaciones me pagaban un dineral.


Hablando de dinerales, otro extranjero me informó de que su "hombre", puto adinerado, la había dejado como un perro en la calle y sin nada. Yo le dije seriamente: "Será como una perra" y supongo que el foráneo sonrió. Luego, hubo un gran pleito y no recuerdo más de esa noche. ¡Verdad! dije su "hombre". Así lo llamaba ella, yo pensé que eran amantes pero resultó que él no era tan idiota como ella que lo llamaba "hombre". Seguro nunca escuchó sobre Mae West.

Decidido como el tiempo, fui en su búsqueda, aunque nunca supe dónde exactamente empezar. Pregunté a la única de sus hermanas con la que se lleva bien o no tan mal, la muda. Al preguntarle dónde podía encontrarla, escribió en un papel de lino: "Ladrón de fuego, quien busque el infinito, que cierre los ojos". Como no le vi sentido a todo ese rollo sospeché de la muda que sin darme cuenta tenía una bara metálica y lentes negros. Se había quedado ciega, seguro a causa de su profundo alcoholismo. "¿Segura de que no haberla visto?" y subí las escaleras y la vi tirada a un lado de la cama. Estaba seguro que la policía la buscaba y si me veían a su lado no dudarían en abrir fuego: el "hombre" adinerado, dueño de la policía y las putas, me la tenía jurada y ante sus amenazas respondía con el pantalón al piso y mostrando el trasero. Apresurado como el rayo, me despedí con un beso en su frente surodosa de lo embarazada que estaba como muestra de agradecimiento por haberme enseñado a mentir y no sentirme tan culpable por ello. Casi la llamo por su nombre pero lo había perdido cuando perdió mi amista y, aún peor, casi me despido con un adiós. Cómo "ella" sabe, ya lo cantó Dylan: "Adiós es una palabra demasiado buena, así que sólo diré que te vaya bien".

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